Vivimos en una época donde el empuje a la globalización, lo cuantitativo, la comparación, la inmediatez, lo funcional, lo utilitario y todo lo que vaya dirigido a dar respuestas generalizantes, unificantes, tranquilizantes, directas y rápidas es considerado como parte de la modernidad.
Se esperan logros rápidos, sin mucho gasto de tiempo y energía. Es la época del “fast-food” del “pret-a porter”, de vuelos intercontinentales cortos (New York-París en 4 horas), del internet, de las redes sociales, etc.
A partir de lo que podemos llamar el principio de utilidad directa se pretende hoy medir en todas las áreas del conocimiento los resultados de propuestas, métodos, técnicas, modelos, experiencias, etc.
En el debate de hoy, la eficacia del psicoanálisis ha salido de las sociedades psicoanalíticas y se ha instalado en los medios de comunicación, en las universidades, en los hospitales, en los ministerios públicos y en las instituciones privadas. Estamos en la época del mercado farmacológico, las terapias que se reclaman para ellas la solución inmediata al sufrimiento humano, las universidades que prometen formar y acreditar la práctica de psicoterapeutas en 3 o 4 años.
Es una época donde “la salvaguarda del psicoanálisis exige estrechar lazos con todos aquellos que resisten a la reducción del hombre a una cifra contable”. (Principios Directores del Acto Psicoanalítico. Anuario y textos estatutarios de la Nueva Escuela Lacaniana. 2016-2018)
Allí donde algo falla, donde hay una hiancia, un hueco, donde no hay respuestas científicas o intelectuales, el psicoanálisis está llamado a actuar. Allí donde la completud prometida por la globalización falla, tropieza, encontramos al sujeto dividido, al sujeto en falta, al sujeto del lenguaje que hablando sólo consigue evidenciar la brecha entre el dicho y el decir ya que nunca puede decir todo lo que quiere, por más que lo intente. Allí hace lazo social el psicoanálisis de orientación lacaniana.
Ante el discurso igualitario de las psicoterapias actuales, el discurso demagógico de la ciencia y la tendencia a convertir al ser hablante en uno más del montón, el Psicoanalista de orientación lacaniana y el deseo que lo moviliza, lo conduce a forzar la barrera, a insistir en avanzar más allá de las fronteras que imponen esos discursos.
La aplicación del psicoanálisis en la terapéutica, como tratamiento, en un determinado momento, en una determinada problemática, en un determinado lugar; es decir, la demostración de su oportunidad, de su conveniencia, de su posibilidad de acción más allá de las condiciones en que como práctica se instauró, es decir como práctica de consultorio, constituye hoy en día el reto del psicoanálisis de orientación lacaniana.
La violencia intra-familiar, el maltrato infantil, el abuso sexual, es una problemática que no podemos negar y menos aún esconder en nuestros países. Ante esta realidad, esta urgencia, este accidente, esta problemática que supone, desde el punto de vista “social” un traumatismo para el niño o adolescente, víctima de violencia, víctima de maltrato físico y/o psicológico, víctima del abuso sexual o víctima de cualquier hecho que vulnere sus derechos consagrados en la Ley Orgánica Para la Protección del Niño(a) y Adolescente, el estado, el Otro de la ley responde, debe responder. Y lo hace diseñando leyes, normas, deberes, derechos, medidas administrativas, sentencias, juicios, penas carcelarias, que protejan y defiendan los derechos y deberes de los niños (as) y adolescente y penalicen los actos que vayan en contra de estos derechos. Sin embargo sabemos que respondiendo de esta manera, con herramientas meramente coercitivas, no alcanzan a saber lo que originó la violencia, el maltrato o cualquier acción que vaya en contra de los intereses del niño(a) y adolescente y menos aún pueden predecir lo que este tipo de “accidente”, “urgencia” o “problema” puede afectar al niño, niña o adolescente. Este Otro de la ley, este Otro que apunta a proteger se pregunta una y otra vez qué hacer, ¿cómo curar al niño(a) o adolescente del trauma, seguramente causado por la violencia, el abuso o el maltrato?, ¿cómo hacer para que un padre no le siga pegando a su hijo o a su esposa?, ¿cómo hacer para que se detenga la violencia y la familia pueda vivir en paz?, ¿cómo hacer para que un niño(a) o adolescente, víctima de abuso sexual logre llevar una vida normal y no quede traumatizado por el resto de su vida?, ¿cómo hacer para que un niño no sea maltratado por sus maestros o profesores?
Es entonces, con esas preguntas en mente cuando ese Otro de la ley acude y recurre a instituciones o profesionales que considera “expertos en la materia”. Instituciones o profesionales de la salud mental, que desde su punto de vista deben ofrecer la cura para éstas violentas marcas seguramente tatuadas en la vida de niños y adolescentes, instituciones expertas en el arte de escuchar el sufrimiento humano y por la escucha curar a traumatizados y traumatizadores.
Un sujeto, que llega al encuentro con un psicoanalista, no siempre decide venir a buscar ayuda a su problema, no se queja de su queja, no ha pedido hablar de sus síntomas, no reconoce que sabemos lo que le pasa y menos aún supone que podemos ayudarlo. Es un sujeto “trash”, un sujeto que pone obstáculo al “buen” funcionamiento social y como tal hay que sacarlo de la red social para que no estorbe en su funcionamiento y se le pide al psicoanalista que lo reinserte en un lugar donde no haga obstáculo, donde no fastidie, donde pueda vivir y dejar vivir al semejante.
¿A qué está llamado el psicoanálisis en estos casos? El psicoanálisis permite que el sujeto que lleva toda la vida resignado al “me tocó esto en mi vida”, “así será y así seguirá siendo”, “es mi destino”, “es mi karma”, “soy así”, se encuentre con la posibilidad de hacerse cargo de su existencia y responsabilizarse de su participación en la misma.
Entendiéndola como la eficacia que resulta del encuentro de una persona con un analista y la posibilidad que este encuentro le permita reconocerse sujeto; sujeto no al determinismo social, económico, político, cultural, sino más bien reconocerse sujeto de otro poder, un poder más íntimo, más particular, más suyo: el inconsciente. Ya, en ese momento se puede hablar de un resultado eficaz del psicoanálisis.
Aliana Santana
Psicoanalista
Miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis y de la Nueva Escuela Lacaniana, Sede Ciudad de Mexico.
Correo: alianasantana@gmail.com
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